domingo, 5 de julio de 2015

¡Yo no voto por diputados!

De los mismos creadores de “Yo no me preocupo por el precio del dólar, pues yo pago en bolívares”, nos llega en horas de comicios parlamentarios la máxima: “No, yo no voto por diputados, yo voto solo por presidente”; Gastada costumbre venezolana, de dar poderes taumatúrgicos a un solo sujeto, fomentando lo que los politólogos denominan “Hiperpresidencialismo”, es decir, esa figura mesiánica que al hartazgo he citado en artículos anteriores.

El aparato vertebral bajo el cual se rigen el Estado y por ende la nación, está constituido por cinco poderes a saber: ciudadano, electoral, judicial, legislativo y ejecutivo. La simbiótica de este neurálgico compendio, en teoría, debería garantizar la viabilidad para mitigar las necesidades básicas de una sociedad. La probidad, la imparcialidad ideológica, más la diversidad de criterios en los intríngulis de estos curules, son condiciones sine qua non para que el progreso y la prosperidad ciudadana alcancen a las mayorías.  

La visión de la Asamblea Nacional como institución reza: “Ser un Poder Legislativo Nacional, democrático, protagónico, pluricultural y descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y la pertenencia de las leyes para ésta y las futuras generaciones”

Pero, ¿Donde yace la importancia de las elecciones parlamentarias? Pues en que bajo esta cúpula dorada, debería determinarse –en forma de proyectos– el buen funcionamiento del estado de derecho, la independencia de los poderes públicos –sin genuflexiones radicales entre ellos– y la provisionalidad de los distintos funcionarios, asuntos que contrarrestan la depauperación de la democracia.

En los países desarrollados el rol del poder legislativo es preponderante al poder ejecutivo, pues la gama variopinta de discernimientos sesudos que pueda hacer vida en estas instancias, tiene el poder de mejorar o vejar, aprobar o rechazar, las ideas o pretensiones, que cualquier otro poder pretenda instaurar. Las aprobaciones tomadas en el hemiciclo, son las garantes de la fiscalización, seguimiento y auditoría de prácticamente el resto de los poderes.

Por eso hay que procurar entender en lo que se incurre cuando se espetan sentencias de tal envergadura. Deténgase a reflexionar, antes de soltar el “Yo no voto por diputados”, cuáles son las consecuencias de su desidia y desinterés.

Y si lamentablemente ha optado vegetar, en el infame estatus de ser un “ni-ní” –o no votante– recuerde que bien es cierto, usted está en su derecho de no apoyar “ni” a uno “ni” a otro, pero no es menos verdad que al entrar en los márgenes de abstención, no tendrá moral –si es que le estremece esta palabra– “ni” para opinar, “ni” para quejarse.

Rodríguez R. Gabriel J.

@gabo_rodríguez3

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