¡Yo no voto por diputados!
De los mismos
creadores de “Yo no me preocupo por el precio del dólar, pues yo pago en
bolívares”, nos llega en horas de comicios parlamentarios la máxima: “No, yo no
voto por diputados, yo voto solo por presidente”; Gastada costumbre venezolana,
de dar poderes taumatúrgicos a un solo sujeto, fomentando lo que los
politólogos denominan “Hiperpresidencialismo”, es decir, esa figura mesiánica
que al hartazgo he citado en artículos anteriores.
El aparato
vertebral bajo el cual se rigen el Estado y por ende la nación, está
constituido por cinco poderes a saber: ciudadano, electoral, judicial,
legislativo y ejecutivo. La simbiótica de este neurálgico compendio, en teoría,
debería garantizar la viabilidad para mitigar las necesidades básicas de una
sociedad. La probidad, la imparcialidad ideológica, más la diversidad de
criterios en los intríngulis de estos curules, son condiciones sine qua non
para que el progreso y la prosperidad ciudadana alcancen a las mayorías.
La visión de la Asamblea
Nacional como institución reza: “Ser un Poder Legislativo Nacional,
democrático, protagónico, pluricultural y descentralizado, que consolide los
valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien
común, la integridad territorial, la convivencia y la pertenencia de las leyes
para ésta y las futuras generaciones”
Pero, ¿Donde
yace la importancia de las elecciones parlamentarias? Pues en que bajo esta
cúpula dorada, debería determinarse –en forma de proyectos– el buen funcionamiento
del estado de derecho, la independencia de los poderes públicos –sin
genuflexiones radicales entre ellos– y la provisionalidad de los distintos funcionarios,
asuntos que contrarrestan la depauperación de la democracia.
En los países
desarrollados el rol del poder legislativo es preponderante al poder ejecutivo,
pues la gama variopinta de discernimientos sesudos que pueda hacer vida en
estas instancias, tiene el poder de mejorar o vejar, aprobar o rechazar, las
ideas o pretensiones, que cualquier otro poder pretenda instaurar. Las
aprobaciones tomadas en el hemiciclo, son las garantes de la fiscalización,
seguimiento y auditoría de prácticamente el resto de los poderes.
Por eso hay que
procurar entender en lo que se incurre cuando se espetan sentencias de tal
envergadura. Deténgase a reflexionar, antes de soltar el “Yo no voto por
diputados”, cuáles son las consecuencias de su desidia y desinterés.
Y si
lamentablemente ha optado vegetar, en el infame estatus de ser un “ni-ní” –o no
votante– recuerde que bien es cierto, usted está en su derecho de no apoyar “ni”
a uno “ni” a otro, pero no es menos verdad que al entrar en los márgenes de
abstención, no tendrá moral –si es que le estremece esta palabra– “ni” para
opinar, “ni” para quejarse.
Rodríguez R. Gabriel J.
@gabo_rodríguez3
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