viernes, 19 de junio de 2015

¡La Undécima Estrella!

Desde hace más de veinte años, no solo me limité a ver cestas, bloqueos, triples o volcadas. Recuerdo que tuve en mi formación académica, profesores glorias de esta familia. Evoco que al salir del liceo, iba a practicar Ingles con algunos jugadores, y a aprender de esquemas con la dirección técnica. Jamás olvido que del pueblo de mis padres apareció en esta cancha, un jugador de sobrenombre fantasmagórico. Viví con esta divisa, cambios de nombres, sedes, colores, reglas, jugadores y lo mejor, de actitud. Pude notar, al ritmo de la batucada, como una familia hacía del ser “campeón”, su misión y visión. E hice del baloncesto mi pasión.  

Inolvidable el primer día que pisé este tabloncillo. Sin contar la primera vez que encesté un triple bajo esta cúpula. Aquí grité, reí, lloré, sufrí. Entendí en las paredes de este lugar, el respeto y la solemnidad de oír el Himno Nacional, con vista a la bandera.

Desde 1991 y 1993 cuando las primeras estrellas dibujaron este uniforme, pude notar que el esfuerzo entre público y equipo, eran la clave del éxito. Vi como una casa se quedaba pequeña, de tanto crecer una familia.

Hubo momentos fatídicos, lesiones graves, minutos de silencio o aplausos por la pérdida física de personajes indelebles de nuestra memoria, campeonatos perdidos, campeonatos ganados por forfait, lágrimas en los ojos de jugadores y hasta lluvias de objetos. En contrapartida de esto último, también oí, más de cinco mil voces clamando justicia contra dos o tres sujetos, que lamentablemente no entienden de respeto.

Aquí conocí a muchos NBA de todo el mundo, pero ninguno dejó tan grata impresión, como la del nuestro. Ese dorsal catorce, que no solo alimenta al público con su juego, sino con todos los valores que su personalidad proyecta: humildad, pundonor, compromiso, disciplina y familia.
Vi a muchos subirse a los aros, y cortar sus mallas para guindárselas de medallas. Vi gradas vaciarse al tabloncillo, para compartir triunfos con sus héroes. Conocí a una hermosa doña, que pito en boca y bandera en mano, es y siempre será la madrina de todo el Estado Anzoátegui. Vi muchachos del barrio, descocer la rigurosa liga universitaria estadounidense, ser Jugador Mas Valioso en otra liga, y luego volver a casa y quedar campeón.

Aprendí –en piel de gallina– con una cesta triple de poco menos de la mitad de la cancha, que el juego no se acaba, hasta que se termina. Vi el nivel de reacción que pueden tener en la multitud, el grito “Lalo, lalo, la locura”, y un pañuelo blanco ondeado de forma circular.  

Hace algunos años oí “el primer equipo tricampeón” de la Liga Profesional De Baloncesto. Hace días vengo oyendo el término “decacampeón”. Y hoy, con el frenesí de todo un estado que creció yendo a “La Caldera Del Diablo”, veo como se dibuja en el equipo de mis amores la undécima estrella en su palmarés. ¡Viva Marinos de Anzoátegui! ¡Viva el campeón! Y vamos por la doce.

Rodríguez R. Gabriel J.
@gabo_rodríguez3
·#Gabógeno


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