Teoría ignominiosa que debilita nuestra
idiosincrasia desde hace algunos años. Tesis que soporta el peso histórico de
un país que se va filtrando entre los dedos. Un sector del gentilicio que se ha
dedicado a ser adlátere y no figura principal de su propio progreso.
Alimentando así, a una mazamorra de líderes –epíteto mal ganado– e izar la
bandera negra de la ignorancia, en conciencias, que se debilitan inversamente
proporcional, a como se acrecientan sus necesidades.
Y es que se ha apoderado de nuestro
comportamiento, esta siniestra costumbre de esperar que alguien haga por
nosotros, elija por nosotros, opine por nosotros, tome el control por nosotros.
Hoy día, en el contexto internacional, los venezolanos nos hemos convertido,
además de gurúes del petróleo, en hijos de “Papá Estado” o de lo que se
denomina “Estado Benefactor”. Vegetamos en la incapacidad de discernir, de
actuar, de preocuparnos menos, para ocuparnos más, todo bajo el carcoma de la
esperanza cliché, de que alguien – no sabemos quién, ni cómo – pero alguien,
nos salvará.
Observamos tranquilos, y en un exasperante
estado de relajación, a doscientos años de independencia, desfilando en
descenso al olvido. Todo con la paupérrima fe, que algo bueno nos deparará el
destino, si nos sentamos tranquilos a ver como todo ocurre. La mayoría en el
estado metastásico de la Teoría Del
Mesías.
Pero ¿Qué es un mesías? Según costumbre, es
un personaje acérrimamente relacionado con religiones. No con política ni con
politiqueros. He allí nuestro primer error.
Esta apoteosis, ha creado personajes diestros
en la fomentación de camelos, artistas de la persuasión y hasta de la
programación neurolingüística, llamados a domar – no gobernar – a esta manada
de feligreses fanáticos, kamikazes homicidas que esperan que “El Mesías” los
indemnice de por vida.
Cuando el país estaba sumergido en un
esplendoroso verde agrícola, que le aportaba buenas rentas al país, y las
tierras eran trabajadas con doble amor, se preparaban así ciudadanos al
trabajo, a madrugar, al organizar faenas de actividades en relación al tiempo
de ejecución, a perseguir objetivos, en fin, el país estaba en un trance de
buena vida o vida sana, que nunca supo. Todo marchaba armoniosamente hasta el
punto en que apareció sin avisar: El petróleo, “La sombra del barril”.
Al momento que “La sombra del barril” se
apoderó por completo de la geografía nacional, creció y emergió un flagelo que
fustigó la perseverancia y el avance personal del psique venezolano: “Papá
Estado”. Cuando “el papá” y “la sombra” se mezclaron, ya el cáncer de la
mediocridad estaba muy avanzado en la sociedad. El descaro de las promesas
electorales también empezó a tomar participación activa, cautivando vilmente la
nobleza de un pueblo que luchó derramando mares de sangres para ser
Independiente.
Rodríguez
R. Gabriel J.
@gabo_rodríguez3
Gabógeno
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