Con la señal de costumbre
Prescindiendo
las terribles acepciones que se ha ganado la praxis política en nuestro
continente, es pertinente centrarse en lo que son las labores de un
parlamentario. La Asamblea Nacional, es el hemiciclo de manifestación, en donde
deberían debatirse proyectos inherentes a las necesidades más demandadas de una
nación.
Por
tal razón, y basado en la envergadura de estas funciones, es importante
postular a estos curules, a verdaderos y sesudos pensadores que logren hilvanar
propuestas sensatas y cabales, con miras a soluciones factibles, efectivas y
eficientes. Personajes diestros a la hora de la toma de decisiones, en aras de
mitigar los flagelos que socaven a todos los venezolanos, sin distinción
alguna, y con priorizaciones oportunas.
Para que
este concepto se materialice a plenitud, debe existir una amplia diversidad de
pensamientos, que compenetre sus afinidades, y que de sus incompatibilidades logren limarse cívicamente
las asperezas, práctica que arrojará sin duda, una idea más labrada,
diáfana y pulcra a proponer, en donde la
aprobación de la misma sea la consecuencia de una conformidad mancomunada.
Hasta ahora
este escenario, es el deber ser. Lo que ocurre en Venezuela, dista mucho de
este concepto. Por una inclinación primitiva, pensamos que una asamblea bicolor
nos va a aportar ideas profundas. La misma tendencia nos exhorta a que teniendo
la mayoría de un color –indistintamente de la naturaleza o idealismo– al estilo
manadas, vamos a producir políticas gubernamentales exitosas.
Esta
última directriz es la que ha hecho, que
no se discutan inconformidades, como si la verdad tuviese dueño absoluto. Como
si alguna corriente fuese inequívoca, indiscutible e incuestionable. Groso
error. Esta petulante costumbre es la que hace que en el escrutinio o conteo
para dar consentimiento a una proposición se escuche: “Los que estén de acuerdo,
con la señal de costumbre”, y que ni con una vista de soslayo, sea precozmente
aprobado. En estos términos ¿Cree usted que se puede hacer política exitosa? ¿Cree
usted que bajo estos juicios puede germinarse una solución?
El
cromatismo de las ideas, el debate reflexivo, la pluralidad y multiplicidad de
criterios, es lo que hará que de esta edificación de cúpula dorada, que en cuyo
pináculo ondea perennemente nuestro pabellón nacional, salgan las ideas
necesarias para reconstituir un país, un pueblo, una
idiosincrasia, un gentilicio.
Yace aquí la
importancia del derecho al sufragio, no solamente una moda, un color o una
tendencia. No es la consagración a determinado partido político. No es seguir
alimentando al fenómeno corrosivo del populismo. Votar es la responsabilidad de
cada ciudadano, en incluir candidatos con propuestas vastas, reflexivas, transformadoras,
prestadas a discernir, para que la bendita “señal de costumbre” por lo menos por respeto,
tarde un par de minutos en cuantificarse.
Rodríguez R. Gabriel J.
@gabo_rodríguez3
Gabógeno
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