Penurias
Estudiantiles
No es una
decisión tomada a la bartola. No se trata de unas vacaciones o un viaje de
placer. Se trata de elegir formarse, adiestrarse, instruirse y prepararse en un
lugar que cubra las expectativas que cada sujeto con libre albedrío decida. La
mayoría, con la firme intención de volver algún día. ¿Quién se va a querer ir de un país como
Venezuela?
El estudiante se va porque cree –y está en su derecho– que el percentil
académico de la carrera en la cual desea titularse, se encuentra bajo un
lineamiento más a la vanguardia en uno más que otro país. Además de
indudablemente, querer resguardar su integridad, de todo este acervo de
flagelos socio-culturales, que ignominiosamente quebranta al vigente
pensamiento nacional. No porque sea un
traidor, ingrato, renegado, ni ninguno de esos soeces apelativos y remoquetes
que se han adoptado hoy día para comunicarse o referirse.
Esta oprobiosa diáspora,
esta fuga de capital y talento humano, podría evitarse de miles maneras, sin
embargo, no vienen al caso en estas
líneas. Las gestiones de consignación de divisas para estudiantes en el
extranjero son irrisorias, los
porcentajes de ejecución por etapas son de espanto, los lapsos son grotescos e
irracionales, además de incongruentes con las estructuras curriculares que
brindan las universidades y centros de adiestramiento superior en el
extranjero.
Y el estudiante
venezolano, emprendedor como su gentilicio, se va porque desea atender al
llamado perenne de la vocación, o probablemente, intuye que su pensamiento o
idea podría ser más tomado en cuenta en el contexto actual de otra sociedad.
Por la razón que fuere, están estos compatriotas en su derecho. Cuando se oye a
un estudiante en el extranjero decir, que sobreviven gracias a la caridad de
ciudadanos de otros países, lo primero que da es un sentimiento de gratitud
ajeno, a todas estas personas, que comprenden las penurias que sobrellevan
estos estudiantes y que aplicando el humanismo, comparten lo que probablemente
les es muy duro obtener.
A todos vaya un cargado
agradecimiento. En segundo lugar se genera una supina sensación de tristeza, el
hecho de que los hijos de un país con tantos recursos estén pasando estas
barbaries en otras latitudes. Lo más cumbre es que paisanos pueden justificar
este escenario, con la indolencia de un comentario como ¿Quién los manda a
irse? Por favor.
Urge una política para solventar esta penosa situación, debe
haber un canal de exclusividad para la aprobación y consignación de divisas a
los estudiantes en otros territorios; si se demuestra alguna malversación bien
soportada y con pruebas contundentes, se debe entonces crear un ente serio de
fiscalización, con sanciones fuertes y sin excepciones. Pero que los nativos
del país salgan a dar lástima –motivados por la vocación, el progreso,
perseverancia y la resiliencia–, por las
absurdas gestiones de un instituto cambiario, no es justificable de ninguna
manera.
Rodríguez R. Gabriel J.
@gabo_rodríguez3
Gabógeno
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