viernes, 5 de junio de 2015

Penurias Estudiantiles

No es una decisión tomada a la bartola. No se trata de unas vacaciones o un viaje de placer. Se trata de elegir formarse, adiestrarse, instruirse y prepararse en un lugar que cubra las expectativas que cada sujeto con libre albedrío decida. La mayoría, con la firme intención de volver algún día.  ¿Quién se va a querer ir de un país como Venezuela? 

El estudiante se va porque cree –y está en su derecho– que el percentil académico de la carrera en la cual desea titularse, se encuentra bajo un lineamiento más a la vanguardia en uno más que otro país. Además de indudablemente, querer resguardar su integridad, de todo este acervo de flagelos socio-culturales, que ignominiosamente quebranta al vigente pensamiento nacional.  No porque sea un traidor, ingrato, renegado, ni ninguno de esos soeces apelativos y remoquetes que se han adoptado hoy día para comunicarse o referirse. 

Esta oprobiosa diáspora, esta fuga de capital y talento humano, podría evitarse de miles maneras, sin embargo,  no vienen al caso en estas líneas. Las gestiones de consignación de divisas para estudiantes en el extranjero son irrisorias,  los porcentajes de ejecución por etapas son de espanto, los lapsos son grotescos e irracionales, además de incongruentes con las estructuras curriculares que brindan las universidades y centros de adiestramiento superior en el extranjero.


Y el estudiante venezolano, emprendedor como su gentilicio, se va porque desea atender al llamado perenne de la vocación, o probablemente, intuye que su pensamiento o idea podría ser más tomado en cuenta en el contexto actual de otra sociedad. Por la razón que fuere, están estos compatriotas en su derecho. Cuando se oye a un estudiante en el extranjero decir, que sobreviven gracias a la caridad de ciudadanos de otros países, lo primero que da es un sentimiento de gratitud ajeno, a todas estas personas, que comprenden las penurias que sobrellevan estos estudiantes y que aplicando el humanismo, comparten lo que probablemente les es muy duro obtener.


A todos vaya un cargado agradecimiento. En segundo lugar se genera una supina sensación de tristeza, el hecho de que los hijos de un país con tantos recursos estén pasando estas barbaries en otras latitudes. Lo más cumbre es que paisanos pueden justificar este escenario, con la indolencia de un comentario como ¿Quién los manda a irse? Por favor. 

Urge una política para solventar esta penosa situación, debe haber un canal de exclusividad para la aprobación y consignación de divisas a los estudiantes en otros territorios; si se demuestra alguna malversación bien soportada y con pruebas contundentes, se debe entonces crear un ente serio de fiscalización, con sanciones fuertes y sin excepciones. Pero que los nativos del país salgan a dar lástima –motivados por la vocación, el progreso, perseverancia y la resiliencia–,  por las absurdas gestiones de un instituto cambiario, no es justificable de ninguna manera.
Rodríguez R. Gabriel J.
@gabo_rodríguez3
Gabógeno

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