viernes, 5 de junio de 2015


Érase una vez

Bendito sea este cliché. Mas al parecer, nada mejor para representar el pasado, que esta frase introito. Para quienes sufren, viven y recuerdan las glorias del Estado Anzoátegui, ha de doler mucho la letra de la afamada pieza “recordar es vivir”.

Y es que para la remembranza de muchos anzoatiguenses, las calles iluminadas del lugar a referir, cargadas de toda su baraúnda de chillidos herrumbrosos, y de factorías productivas, fue penosamente en un tiempo muy lejano. Probablemente, algunas generaciones conocieron aquí el progreso, pues de este lugar, se llevaron como conocimiento, sino el único, por lo menos el método de desarrollo más efectivo: el trabajo.

Habrán familias quienes recuerden entre otros motores de avance, envasadoras de gas, desmotadoras de algodón, fabricantes de vidrios, procesadoras de café, ensamblaje automotriz, alimentos, y todo un ambiente de producción y desarrollo multidisciplinario, que fungía como empuje motivacional del pensamiento colectivo, en donde trabajando, se construía un sólido país.

En la actualidad, este lugar es una perenne zona en reconstrucción, que por alguna extática razón, jamás acaba de estar construida. Como si aquella autóctona homérica lid, se hubiese librado en estos predios. Los que no vivieron la bonanza magnánima de este lugar, y lo ven ahora, no les sería descabellado pensar que se trata de un distrito en aislamiento, producto de algún conflicto bélico, o algún accidente nuclear. Es como si Barcelona ocultase en el lugar más fantasmagórico de sus entrañas, su propio Sarajevo, su propio Chernóbil o su propia Fukushima.

Primeramente la soledad del lugar es de ultratumba. Pareciera que hasta los ojos de sus perros, dibujaran su inhóspita condición. Su aspecto necrópolis, hace que la inscripción “Tumba de sus Tiranos”, - Base del Escudo de Armas anzoatiguense -  sea más congruente con este lugar, que con la misma gloriosa historia de Urica.

Quienes a duras penas coadyuvan con el progreso en lo que queda de este sitio, regresan a casa despavoridos, entre el fango, la inseguridad, escombros, fetidez y tolvaneras. Su vialidad es de aspecto selénico, y es que no es lo mismo decir “hay huecos en las vías”, a decir “hay vías en los huecos”. Su transporte urbano, a veces no cubre la ruta completa, debido a que los cráteres que aquí yacen, no se lo permiten.

La desidia, el desdén, el deterioro y el abandono se convirtieron en lema, de lo que a otrora era, el corazón industrial del Estado Anzoátegui. Sin embargo, entre los escombros que la vertebran, aun esta zona conserva la esperanza, de que algún ente benefactor, le haga un cariño; que alguien se apiade de su actual apariencia, y entienda  que no es lo mismo decir “Zona Industrial Los Montones”, que zona de “montones industriales”.

Rodríguez R. Gabriel J.
@gabo_rodríguez3
Gabógeno




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