Aforismo: ¡Dios te la guarde!
Entre valores y antivalores
se encuentra, el infinito poder de la palabra. Cuando se emite
irresponsablemente posturas, dibujando prejuicios a diestra y siniestra, lo que
principalmente se genera – además de engordar un chisme – es el inicio de una
campaña silente en contra de una persona, grupo o corriente. Lo que convierte
inmediatamente al emisor, no solo en un chismoso, sino también en un
irresponsable. El uso desmesurado de estas conjeturas, invoca a este azote
social que tanto daño hace.
Penosamente se ha hecho ya tradicional
en el quehacer diario y en el modus operandi de mucha gente. La intencionalidad
de estas precoces deducciones puede variar, sin embargo el uso constante,
sonante, frecuente y liberal del mismo, ha conformado nuevas barreras en el
propósito de crecer, que conservan algunos. De esta manera, el chisme presenta
a su hermana siamés: la envidia.
Con frecuencia se escuchan
frases como por ejemplo: “Ese está
vendiendo drogas”, “Ese le vendió el alma al diablo”, “Ese tiene un pacto con
el maligno”, “Ese trabaja para tal o cual”, “Será que tiene marido nuevo”, “Se
estará acostando con un pesado”. Bendito Dios. Y el asunto no es ahondar si
estos cuestionamientos sean verdaderos o falsos, pero ¿Cómo se puede inferir con
tamaña irresponsabilidad y de manera tan deportiva? Peor aún ¿Cómo puede
parecer gracioso? Es de muy mal gusto, además de una falta de educación, estar
hablando a espaldas de los demás. Es una injusticia, tomando en cuenta, que aquel
que no está, no tiene de qué manera defenderse. Además es una praxis muy
marginal, recordando que marginal proviene de un margen, y no de un prototipo
urbanístico. Un eminente estropicio a las posibles cualidades del prójimo.
Entrando al plano
reflexivo, cabe imaginar un pueblo totalmente deslastrado de estas ilaciones y plenamente saneado de estos pensamientos viperinos: ¿no
suena genial? ¿Todo un gentilicio apuntando hacia la misma dirección? El
progreso. Este edén social quizá no se materialice a corto plazo, pero hay que
empezar algún día. A lo que surge la pregunta ¿si no se empieza hoy, cuando?
¿Si no lo hace el mismo venezolano, quien?
Cada quien ama a Venezuela
a su forma, gusto y manera, pero ¿Cuan viables son estas maneras de amar? Hasta
no renunciar a estas malas costumbres sociales, y se decida abandonar este
parapeto socio-cultural que se ha venido formando con el transcurrir de las
últimas décadas, va a ser muy cuesta arriba respirar y salir del atolladero.
Practicando una autocrítica, se debe apuntar a la depuración de tan miserable
fecundación de testimonios prejuiciosos.
Dejar de ser una secta oscura
y nociva, para convertir al país en una sociedad de luz, de paz y positivismo.
Cuando los aciertos de paisanos y compatriotas, empiecen a emocionar, como los
aciertos personales, por fin se vislumbrará la luz del desarrollo pleno. Pues
el desarrollo, en sus instancias finales se mide, en porcentajes, cifras e
indicadores, pero es en los principios culturales en donde reside la clave del
mismo.
Rodríguez
R. Gabriel J.
@gabo_rodriguez3
Gabógeno
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