lunes, 23 de enero de 2017

“Sangre y…”
Por Gabriel Rodríguez
@gabogeno




La mítica pregunta

¿Aprueba usted el proyecto de Reforma Constitucional con sus Títulos, Capítulos, Disposiciones Transitorias, Derogatoria y Final; presentado en dos bloques y sancionado por la Asamblea Nacional, con la participación del pueblo y con base en la iniciativa del Presidente Hugo Chávez?

La reacción

“Oriana Fallaci, quien murió hace poco, en Las Grandes Entrevistas De La Historia, le pregunta a Alexandros Panagoulis en algún momento de un diálogo maravilloso […] él le dice: mira, cuando te acerques a esos grandes símbolos donde está la historia reflejada, los grandes escudos de armas […] tú te acercas, en torno a los cuales hay  leyendas y glorias de los hombres de la historia pasada […]  tú te podrás acercar a esos escudos de armas y podrás ver que hay como una herrumbre […] el tiempo convirtió cosas y materias en una herrumbre […]  y eso tiene dos componentes: sangre y mierda.

Hugo R. Chávez F.
05/12/2007

El introito es una muestra de que hay gente a la que no le gusta perder, es más, no aceptaba perder, sí, en copretérito. Ese fue su discurso sobre el resultado épico del 2 de diciembre de 2007 en aquel referéndum consultivo. Su adjetivo para la victoria de la oposición, fue “mierda”, haciendo una analogía con un pasaje, en el cual, un sublevado se refería a un espacio bastante parecido a lo que es un panteón.

Pero no vengo a hablar de él, tranquilos. A través de estas líneas, fijaré mi postura sobre el traslado de los restos de Fabricio Ojeda, periodista, político y guerrillero venezolano, al Panteón Nacional. Estoy en total desacuerdo, no por carencia de méritos, sino por la naturaleza de quien otorga la orden.

El término “oposición” es muy ambiguo. En países en democracia –si, un invento griego que hace años olvidamos por aquí–  “ser oposición” es algo que fluctúa según la alternancia de las figuras en el poder. Pues, y dicho sea de paso, un buen opositor cree fielmente en los principios de mejora continua y deplora las aberraciones que se traman aquellos a los que les place inmortalizarse en la tiranía.

Con corazón, hidalguía, guáramo, luchó Fabricio Ojeda, ilustre venezolano que se gasta la bicoca de ser “el líder político, diputado opositor y presidente de la Junta Patriótica que derrocó la dictadura de Marcos Pérez Jiménez”.  Un sujeto que hizo lo que su pensamiento le dictó que debía hacer.  

Ahora,  a agarrarse de sus huesos para pretender vender que hubiese estado de acuerdo con las políticas del régimen, es como mucho. Un hombre que, mediante un discurso impecable, renunció a un cargo en plena Cámara de Diputados el 30 de Junio de 1962, decepcionado por la traición de algunos partidos a las ideas de libertad y justicia que condujeron la lucha contra la dictadura, me cuesta creer que estaría de acuerdo con ser homenajeado por estos sátrapas que hoy día desgobiernan a Venezuela.  

Si tiene méritos o no, me lo reservo. Que su ingreso en el mausoleo de los inmortales abrirá la brecha para que otros personajes, quizás con menos gloria, sean galardonados, no lo dudo.

Lo que me impacta es la poca atención que este acto provoca en la conciencia nacional. El Poder Jurídico por encima del Poder Legislativo. Una elección “a dedo” sobre una popular. Todo esto, en una decisión que está más que estipulada en la Carta Magna.
El líder de esta chanza que llaman gobierno mostraba una admiración frenética hacia el General que fue derrocado por el periodista que hoy quieren llevar al Panteón. No sé ni cómo redactarlo.

En ámbito etéreo, en el cual deben pasearse tanto Hugo, como Marcos y Fabricio, me gustaría saber quién se sentirá peor. Marcos, porque quien lo tumbó va rumbo a donde el único Pérez, es Bonalde (para desgracia del tachirense y agrado del barinés). Hugo, porque a un periodista –profesión a la que él detestaba– le rindan tal honor, por haber derrocado a uno de sus ídolos. Fabricio, porque quienes lo trasladan sin su permiso son la antítesis exacta de sus pensamientos libertarios.

Cierro mis líneas citando a su hijo homónimo de nombre, profesión y, por lo visto, de coraje, quien sentenció de modo lapidario su postura sobre el destino de los restos de su viejo, con la siguiente frase:

“Yo, que tengo sus genes y conozco su historia, no creo que si estuviera vivo mi padre apoyaría a un gobierno como este, pero con el traslado de sus restos al Panteón se pretende afirmar lo contrario. Homenajes así, en vez de enaltecer, mancillan”.

Fabricio Ojeda (hijo).
21/01/2017

PD: También me pregunto, qué dirían Oriana y Alexandros, quienes también han de estar paseando por ahí.  




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