“Basta de bachaqueo informativo”.
El
periodismo se ha convertido con los años, en uno de los oficios profesionales más
peligrosos de las sociedades latinoamericanas. Pareciera, que el nuevo concepto
de información, se ajusta a una entidad doblegada a intereses doctrinarios.
Ayer, leí un material publicitario que decía “basta de
bachaqueo informativo”, idea del medio periodístico Caraota Digital. Al reverso
del mismo decía “gente que da la cara por la noticia”. El neologismo “bachaqueo”,
que confieso no es de mis favoritos, en este contexto metafórico, fue sublime. Categórico
en su acepción detectivesca.
Viví
de niño un hermoso fenómeno. Mi familia compraba decenas de corpulentos
periódicos, y escogían entre la variedad, la forma más expedita de cómo le echaban
a uno el cuento. Hoy día, no sólo son escasos los rotativos, sino que una mordaza
opaca el brillo académico de quienes cargan con el peso de la imparcialidad. Algunos,
emplean el término “palangre” para referirse a esta modalidad oculus rift, con la que laboran ciertos pregoneros
de la comunicación.
Por
ende, el ciudadano bien informado, a quien urge la noticia del momento, ha
tenido que buscar otras opciones para poder mantenerse al día. Un viacrucis lo
lleva de medio en medio, para obtener una visión pulcra acerca de la realidad. Una
perenne búsqueda de la verdad. Una veracidad que se ha vuelto peligrosamente escurridiza.
Tal
praxis, convierte a la noticia veraz en un producto regulado. En un artículo de
primera necesidad. Obligando al pueblo a “bachaquear” información de calidad, como
quien persigue durante semanas un desodorante, harina o papel higiénico. Bachaqueo
informativo, quién lo diría. Que en las tierras de Ottolina, Otero Silva y Uslar
Pietri, se deba sufrir para hallar unos cuantos gramos de verdad.
Los
periódicos figuran cual estanterías: vacuos, fútiles. Escasos de libertad. Desabastecidos
de diafanidad. Sin embargo, esta penosa práctica que maquilla el acontecer
noticioso del país, no abarca a todos los actuantes de tan insigne oficio.
Están
los periodistas que cumplen con el pleonasmo de “comunicación social”, esos que
deben su responsabilidad de corazón. Y mejor aún, existe la población que entiende
la calidad de una noticia no en su premura —respetando los factores de interés noticioso—,
sino en su fondo. A estos últimos debo
mi fe, por la próxima extinción de esta fatua subclasificación del “bachaqueo”.
Rodríguez
R. Gabriel J.
gabrielrodrod@gmail.com
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